Fue lo que dijo César cuando se proponía atravesar el Rubicón: La suerte está echada. El poder es una permanente conspiración de quienes lo detentan contra los pueblos del mundo. Es algo que con otras palabras nos dijo Platón hace un poco más de dos mil trescientos cincuenta años, en su diálogo Político.  «Todo esto es —dice— exactamente como un drama, ya que se nos presenta a los ojos un conjunto festivo de centauros y sátiros, que hay que separar del arte político». En esa conspiración dramática, el juego de los contendientes tiene mucho de azar, y a pocas horas de la elección, se puede decir que la suerte está echada, especialmente para los estadounidenses.

Por supuesto, para los dos implicados. Es indudable que los sondeos de opinión favorecen al demócrata Biden. Pero como una cosa es lo que dicen las encuestas y otra bien distinta vencer en las votaciones, para los adeptos y simpatizantes de los dos candidatos, mucho depende de la suerte. Los grandes consorcios, las transnacionales, los ricos y todos aquellos que tienen un ingreso de más de 400.000 dólares  al año, tienen sus esperanzas puestas en Trump. Mientras que en Biden hincan sus ilusiones  los ciudadanos cuyo ingreso es inferior a esa suma, los trabajadores de salario mínimo, las mujeres, los latinos, las negritudes, los mayores de 65 años y los independientes. Sobre estos sectores vuelca su atención Biden, y su discurso hace énfasis en los temas de salud y educación.

Es indudable que los sondeos de opinión favorecen al demócrata Biden. Pero como una cosa es lo que dicen las encuestas y otra bien distinta vencer en las votaciones, para los adeptos y simpatizantes de los dos candidatos, mucho depende de la suerte.

Por la arrogancia y la falta de seriedad con que el presidente Trump ha actuado frente al covid-19 y a los grandes problemas del mundo, se ha ganado la antipatía en muchas lugares del planeta. Si se miran los gobernantes del pasado, aunque todos han tomado decisiones perversas para la humanidad, es evidente que hoy estamos ante una crisis de liderazgo en esa gran nación.  Cualquiera diría que el problema no es que Trump actúe como un payaso loco, sino que haya tantos millones de ciudadanos que lo sigan. Más aún: si para ganar tiene que decir que Biden es castrochavista y que está apoyado por el «socialista» Petro, y que aquí y allá haya gente que  crea las dos cosas —que Biden es castrochavista y que Petro es socialista—, es porque el mundo anda mal de la cabeza.

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El gobierno Uribe-Duque perderá si Trump no es reelegido, porque sus funcionarios y su partido, Centro Democrático, de frente están casados con esa campaña, hasta el punto de que  el  embajador  Philip S. Goldberg tuvo que llamarles la atención. Pero para los pueblos de los cinco continentes con cualquiera de los dos da igual. Varios indicios así  lo confirman. La política externa de los Estados Unidos siempre ha sido la misma. Desde su fundación como Estado, siempre se consideró imperio. Por eso Kennedy, en 1960, dijo: “Hoy en día nuestras fronteras se  encuentran en todos los continentes”.