En una investigación científica de ciencias sociales, antes de mirar las fuentes, los métodos y el trabajo de campo, hay que partir de dos cosas: el planteamiento del problema —que debe concluir con una pregunta clave—, y la hipótesis. Sin no hay problema, no hay nada que investigar y entonces, la investigación sobra. Si no hay hipótesis, la investigación no tiene futuro, porque si el investigador no ve en el horizonte una solución anticipada, esa investigación carece de vida.

En el momento actual —bueno desde hace varias décadas— el problema a formular es: ¿Cómo gobernar a Colombia sin robar? La hipótesis es: Petro 2022. Desde hace más de veinte años, cuando Petro comenzó a hacer los debates contra el paramilitarismo y la corrupción, dije que sería presidente si no lo mataban física o moralmente. En 2018 tuve temor de que Petro fuera presidente antes de tiempo, porque para la realización de su gobierno faltaban tres cosas: un Congreso mayoritario comprometido con los ideales de cambio, un gabinete ministerial escogido sin afanes y un movimiento político estructurado, capaz de respaldar su cuatrienio y continuar un gobierno progresista, por tres o cuatro periodos más, a efecto de lograr los cambios profundos que Colombia necesita.

Hoy mi hipótesis es que Petro será presidente en 2022, si no ocurren tres cosas: muerte física, muerte moral —procesos a raudales en su contra— o robo de las elecciones. Contra esos tres riesgos, Petro y sus cuadros políticos deben estar alerta. ¿En qué se sustenta mi hipótesis? Esta será su tercera candidatura presidencial, y, en consecuencia, es el más reconocido por el electorado. En su segunda, y más reciente candidatura (2018), sacó más de ocho millones de votos. Desmontar, volatizar, esfumar esos votos, cuando no hay ni una sola razón determinante, es imposible. Cualquiera dirá que de esos ocho millones se le han retirado más de la mitad, tras los disgustos con Ángela María Robledo y Mercedes Maldonado, y después del video de las costaladas de billetes. Los desamores con las dos dirigentes femeninas no son definitivos, pues no se deben a infidelidades de Petro. Por más prestigio que tengan ellas, las bases petristas siguen intactas. En relación con el video trasnochado de 2005, la gente entendió que fue pura estrategia laureanista de Paloma Valencia y Néstor Humberto Martínez, y no le resta un solo voto. Y, finalmente, ante el gobierno más desprestigiado y corrupto de toda la historia política de Colombia, Petro es el único que dice cosas serias, aterrizadas y posibles de ejecutar.

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El planteamiento del problema es inequívoco, aquí y ahora, la pregunta es: ¿Cómo gobernar a Colombia sin robar? Partiendo de la pertinencia del problema y de la solidez de la hipótesis, para que el gobierno de Petro tenga éxito, y se proyecte en tres o cuatro períodos más, el jefe de la Colombia Humana tiene que poner el ojo en tres tiempos, durante todo este proceso.

Primero, escoger buenas listas para el Congreso. No basta proyectar la ecuación 55-86, como dice Gustavo Bolívar y lo proclama el Pacto Histórico del 11 de febrero de 2021. Es necesario que esos cincuenta y cinco senadores y ochenta seis representantes tengan la suficiente solvencia moral e intelectual. Ojalá sean listas cerradas. Cumplido ese presupuesto, conviene que Petro no deje esas listas a la deriva, a su suerte, tiene que hacer un sacrificio adicional a su propia campaña personal: «echarse al hombro» las listas completas. No basta que en un discurso de plaza pública mencione a uno o dos candidatos. Es de vital importancia que ponga toda su fuerza dialéctica en las listas en su conjunto.

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Segundo, desde ya Petro tiene que pensar en un gabinete para que lo acompañe durante los cuatro años. No necesita divulgar o filtrar ninguno de esos nombres, pero debe poner todo su talento, para que las mujeres y los hombres de su equipo ejecutivo no solo se aproximen a la preparación que Petro tiene en los distintos temas —macroeconomía, energías limpias, política internacional, educación, salud, en fin—, sino que tengan un mínimo de entendimiento personal. No digo que sean como Petro, porque todos los seres humanos somos absolutamente desiguales, sino que él y sus ministros se entiendan en la diversidad de caracteres, y no levanten un incendio en el primer desencuentro —a los tres meses de posesionados—, porque eso resquebraja el gobierno más poderoso.

Tercero —lo más importante—, desde ya Petro debe comprometer a Colombia Humana, y comprometerse él personalmente —con su propia experiencia y prestigio intelectual y político— a articular un movimiento que asegure la continuidad de un gobierno progresista, por tres o cuatro periodos más. En efecto, las luchas y los esfuerzos acumulados de generación en generación, durante nueve décadas —desde 1936—, no pueden reducirse a que Petro sea presidente en 2022. Colombia debe salir de la guerra, la corrupción, la mediocridad y la miseria para siempre, inaugurando una nueva época, que garantice paz, educación, salud, trabajo y ambiente sano para las actuales y venideras generaciones. Esos frutos no se logran sino con una estructura política vigorosa, coherente y estable. Si no es así, al país le ocurriría lo que le sucedió a Bogotá con el metro subterráneo: dos alcaldías alternativas —incluyendo la de Petro— lo dejaron estudiado, diseñado y con cierre financiero para iniciar la construcción, y vino Peñalosa y lo acabó.